domingo, 22 de febrero de 2015

Punto de partida

Hasta que te das cuenta
que esta vida está formada por contradicciones que son obligatorias,
pero que no tienen por qué incluir incoherencias
si tú decides no vivirlas.

Lo que quiero decir,
es que creo que se me estaba olvidando a lo que sabía el silencio en modo ruido.
El silencio voluntario, claro.
Porque me empeñé en gritarle a mi vida tantos recuerdos
que perdí la garganta en algún beso que ya no me sabía a nada.
Sólo ha pasado.
Y ya has pasado.

He tomado la decisión de apartar a todo lo que no me aporte ganas,
y quiero que se conjugue en presente sin entender de tiempos.

Sí, he elegido enfocar los motivos
antes de gastar las ganas al tuntún
y de quedarme donde me sienta valorada
y sin peros en la lengua.

Ya entiendo la diferencia que hay entre hueco y espacio,
porque tengo sed de menos pero mejor.
Decidí ignorar a todos los tiros
que dieran en el blanco de alguien que ya no era yo.
Y justo ahí comprendí que renacer no es cuestión de suerte,
sino de valor, de echarle cojones;
que tu valentía sólo necesita que sueltes el pasado para proclamarse inmortal,
y que entiendas que si las cosas no están claras
siempre podrás limpiarlas
pero para mirarlas por última vez
y ensuciar otras muchas que están por venir.

Porque eso es vivir,
jugarte la vida pero no las ganas
en un montón de nombres que te colmarán la cama
y a veces el pecho,
pero nunca serán tu almohada
ni sentirán tus sueños como tú los luchas de fuerte y de frente.

A veces el silencio a gritos es la mejor respuesta
a todas las preguntas que nadie te hará
y que sólo escucharás tú.
Yo vuelvo a sentirme yo,
comprendo que la magia se ha acabado
porque ya no la siento.
Y en lugar de buscar culpables
he sustituido los reproches por motivos.
Creo que me lo debía

Este es mi punto de partida, porque ya me importa una mierda ganar o perder(te).

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