domingo, 5 de abril de 2015

Tarde

Recuerdo que decías "Marina, odio que te retrases" como si tú no hubieses llegado nunca tarde.      
Como si fueses perfecto, preciso y exacto.
Como yo quería verte por aquel entonces.
¿Donde quedó tu puntualidad cuando se trataba de querernos?

Te marchaste mal y pronto, y no sé si dolió más el mal o el pronto, pero dolió. Y vuelves. Que es lo que quería. Pero llegas más de mil insomnios tarde, porque ahora soy yo la que ha pactado con los relojes llegar a tiempo al amor, marcharme si me pisas los talones, si hay peligro de derrumbe o si te da por hablar en plural, porque el nosotros ya suena a pretérito y el minutero me dice que he perdido catorce minutos de risas escribiendo estas líneas

Joder, yo sí que odio la gente que se retrasa.
La gente que pide perdón cuando la herida ya es demasiado profunda.
Aquellos que se disculpan ante una tumba como si la otra persona fuera a levantarse y decirle "Eh, tranquilo, todo está bien." ¿¡Pero cómo va a estar bien!? Has perdido no sé cuántos años de tu vida haciendo el gilipollas y ya no los vas a recuperar.

La gente que vuelve cuando ya no se la espera, cuando la ilusión está más que muerta y enterrada, cuando el amor se fue por donde había venido y las puertas del corazón y de tu vida están cerradas a cal y canto. Porque uno se cansa de esperar, el corazón no se detiene y sigue, día tras día, contigo o sin ti la vida no ha parado.

"Marina odio que siempre te retrases".

Tú aquel día esperaste una hora y yo he estado esperando dos años.
¿Quién llega tarde entonces?
Mejor tarde que nunca, me dices ahora.
No, joder, mejor a tiempo.

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