domingo, 15 de noviembre de 2015

El resto de mi vida

El resto de mi vida empieza hoy.

Empieza hoy que has vuelto; y has vuelto porque te fuiste, pero no estuvo mal del todo, porque al fin y al cabo has vuelto, y eso es lo que importa, ¿no?

Es algo así como “odio que te marches pero me encanta ver cómo te vas”.

Porque yo hipotecaría cada uno de los años de mi vida por contemplar tu caminar por mi pasillo.

Me jugaría la voz, lo único que me queda si te marchas, por observarte desde una distancia prudencial, por no agobiarte, por no perderte, porque quisieses cada día regresar a estos brazos que te esperan siempre abiertos.

Por apreciar esa forma que tienes de apartar todo mal que pueda existir con cada paso firme que das hacia delante.

Por compartir cada inhalación de aire, cada exhalación de más que me regalas y todos esos ceños fruncidos que me perdí durante más de dos mil horas.

Y aunque dos mil horas no dejan de ser apenas treinta y tres días no pienso perder un segundo más de mi tiempo en fingir que todos esos momentos malos no merecieron la pena por un sólo momento bueno contigo.

Porque si hoy otra vez debo definirme, encasillarme o manifestarme de algún modo para que vuelvas a poner tus ojos en mi, me declaro temporalmente ciega.

Ciega de amor y de inseguridades, ciega de cerveza, ciega de la peor de las drogas, ciega como nunca y ciega como nadie.

Ciega, porque no hay más ciego que el que no quiere ver.

Y yo sólo quiero verte a ti el resto de mi vida.

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