Hubo una época de mi vida en la que casi nadie me llamaba por mi nombre.
En la que el pasado no removía pero siempre taladraba, y el resto ladraba.
Solo escuché reproches que hablaban de lo que no hacía hasta quedarme con la indiferencia que trajo el silencio que se alargó lo suficiente como para separar la vida que quería de la que me anclaron.
Mi vida de verdad de las de mentira.
Solo escuché hasta que comencé a oír, y hablaban de mí todo el rato pero nada me representaba ni yo quería que me reflejara tanta mierda.
Empecé a oír, más tarde ni eso.
Aprendí a abrazarme cuando el ruido me confundía y ni yo supe entenderme.
Y a hablar en morse para acariciarme los miedos y contarles... "no seré lo que quiera, seré lo que ame".
Después me prometí no soportar penitencias ajenas y me perdoné por las veces que lo había hecho.
Y conmigo también, deshechos.
Hubo una época de mi vida en la que abrí los ojos y me infecté las heridas aposta para buscar en la infección el por qué de la cura, que me dolió más que la herida.
Y apreté los dedos sobre cada golpe en el que ya no había ni rastro de rencor pero seguía escociendo el dolor.
Desde entonces tengo las uñas rojas pero fuertes, y no dejo que el destino pase sin arañarle donde mando yo.
Veréis, las marcas de verdad no las dejan los golpes, sino lo que los representa.
Me reinicié.
Justo en esa época me perdoné y terminé de hacerlo a tiempo con los que intentaron hacerlo conmigo a destiempo.
Me deshice de cada trozo de papel que me describiese en pasado y me rodeé de mí. Únicamente de lo que me hiciera sentir todo lo que yo quería ser.
Y guardé todas las voces que sabían mi nombre propio aunque no lo pronunciasen mucho.
Y me resguardé de ellas con la mía.
El grito más fuerte siempre es el que no se da, pero tampco escapa.
Por culpa de esa época que fue mi vida un día, doy las gracias todos los que vendrán por lo que hoy es mi vida.
Sin ecos.
Me llamo Laura, y soy lo que amo, no lo que vosotros queráis.
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